domingo, 21 de marzo de 2010

Maquívar, María del Consuelo. “De lo permitido a lo prohibido. Iconografía de la Santísima Trinidad en la Nueva España”

Maquívar, María del Consuelo. “De lo permitido a lo prohibido. Iconografía de la Santísima Trinidad en la Nueva España”. Instituto Nacional de Antropología e Historia, Grupo Editorial Miguel Ángel Porrúa, México, Octubre de 2006.

Por Leontina Etchelecu (USAL, UP)

El reciente libro de María del Consuelo Maquívar, fue tema de su tesis doctoral defendida en 1998, bajo la dirección de la Dra. Elisa Vargaslugo. Su punto de partida fue dar con el origen de unos lienzos que se encontraban en el Museo de San Carlos, considerados como una rareza dentro de la iconografía novohispana, por tener como tema la Trinidad antropomorfa.

Así la autora aborda uno de los temas más controvertidos que tuvo el cristianismo: el Misterio de la Trinidad, y lo enfoca a través de los caminos de la cristianización de las imágenes, cuyo relato sitúa en las representaciones que hacían los primeros cristianos en los relieves de los sarcófagos (siglo IV) o en los mosaicos bizantinos.

Fue justamente la configuración antropomorfa la que se utilizó para mostrar dos pasajes del Génesis: la creación del primer hombre, y la aparición de Dios a Abraham, la llamada Teofanía de Mambré, donde Abraham recibe la visita de tres personajes masculinos, pero se dirige a uno solo de ellos.

El libro de Maquívar comienza con un racconto acerca de la conformación de la doctrina de la SantísimaTrinidad a través de la historia de los concilios ecuménicos. Es muy interesante la cronologización que hace de todos ellos, desde el de Nicea del 325, hasta Trento (1545/1563), destacando en cada uno, lo que a la problemática de la representación y cualidades de las tres personas de la Trinidad se referían.

Luego divide la crónica en tres partes: la primera, que denomina “Desde lo permitido”, tomando lo que siempre fue aceptado por la Iglesia, la Trinidad ortodoxa; la segunda parte, que llama “Lo Confuso”, donde aborda la Trinidad antropomorfa cuando la Tercera Persona (el Espíritu Santo) es representada con forma humana; y la tercera parte, llamada “Lo prohibido”, es donde encara la controversial Trinidad trifacial.

La iconografía de la Trinidad surge con fuerza en el concilio de Nicea, porque se propuso combatir el Arrianismo que sostenía que la Segunda Persona de la Trinidad había sido creada por Dios Padre. Fue en este concilio donde se sentaron las bases de la fe católica, y sus verdades quedaron compiladas en el “Símbolo de Nicea”. Este primer “Credo” surgido de las discusiones del concilio, fue obligatorio para todos los cristianos, imponiéndolo así el Emperador Constantino.

El dogma de la Santísima Trinidad fue siempre motivo de serias disquisiciones, siendo la causa de la separación de la iglesia de los cristianos orientales de Bizancio, y la de los cristianos de Roma, conocido como el Cisma de Oriente. La llamada “controversia del Filioque” tuvo sus inicios en las discusiones de algunos padres bizantinos que no aceptaban reconocer que el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo. El IV Concilio de Constantinopla (869-870) sancionó a quienes no aceptaron esta verdad y con este hecho se inició la separación definitiva de la Iglesia.

Maquívar va jalonando su relato con la incorporación de la iconografía trinitaria, de los lienzos novohispanos más representativos de este tema. Cabe recordar que, una vez zanjada la cuestión de la representación de la Santísima Trinidad, es a partir de los relatos de los Evangelios y de manera particular en la narración del bautismo de Cristo, que se considera a ese momento cuando se da la primera teofanía de las tres divinas personas.

A través de la manualística española, con Francisco Pacheco y Antonio Palomino de Castro, entre otros, se pretendía estandarizar los cánones sobre lo que debían basarse los pintores a la hora de plasmar “trinidades”. Estas imágenes tomaron fuerza y se hicieron muy importantes como herramientas de la evangelización, para echar luz a un misterio difícil de explicar hasta con palabras.

El Padre con la representación de anciano, para denotar paternidad […] El Hijo en forma de cordero o con las señales de su humanidad santísima […] El Espíritu Santo en forma de paloma o con vestimenta de color de fuego, para denotar el del divino amor, que como impulso y propiedad personal le constituye en su ser relativo” (p.76).

Sobre esta cita de Palomino, Maquívar se cuestiona si este autor no conocía la representación antropomorfa de la Tercera persona, por mencionar “la vestidura del color de fuego”, señalando que además, especificaciones como la citada son numerosas a lo largo de las obras de los tratadistas.

Luego de estas consideraciones sobre lo que debe ser y no ser, y del modo de representarlas, Maquívar describe las distintas formas que adopta este dogma tomando siempre las representaciones novohispanas como ejemplos ilustrativos de su narración.

Sobre “Lo permitido”, es donde hace referencia a lo que conocemos como “Trinidad Clásica”, o sea lo que no se aparta de lo tradicional, según ella misma explica, y es básicamente cuando “El Padre luce como anciano digno, entronizado, ataviado con vestiduras pontificales. Jesucristo se ve como un adulto de 33 años, y suele aparecer a la derecha de El Padre. Por último, y según narra el evangelio el bautismo de Cristo, el Espíritu Santo se representa con una paloma con las alas desplegadas, colocada generalmente entre las figura del Padre y del Hijo” (p.66)

La autora no se queda en la mera descripción formal de los componentes de las pinturas o esculturas novohispanas, sino que desglosa cada uno de ellos, trazando una línea cronológica a través de la cual el lector podrá advertir los cambios y mutaciones que la representación trinitaria fue adquiriendo a lo largo de la evangelización, en una posible resignificación de los modelos europeos y, que fue acomodándose según quienes fueran los receptores.

En el capítulo “Lo Confuso” desarrolla esta peculiar iconografía de las tres figuras divinas de la Trinidad, como la efigie comúnmente utilizada para Jesucristo, repetida para representar las otras dos personas. Conocida como “Trinidad Antropomorfa” y que, como menciona Maquívar, responde a la Teofanía de Mambré, dentro del Génesis (Gn 18, 1-5). También aquí encuentra referencias antiguas y señala la representación de un sarcófago del siglo IV, localizado en los cimientos de un altar en la basílica de San Pablo Extramuros.

Termina con el capítulo de “Lo Prohibido”, la llamada Trinidad Trifacial, prohibida desde el siglo XVII por el Papa Urbano VIII, ya que se la relacionaba con los cultos paganos politeístas. Aquí también la autora rastrea sus orígenes que ubica, siguiendo a Germán Pamplona en su Iconografía de la Santísima Trinidad en el arte medieval (Madrid, 1970), en “las tres caras o tres cabezas de una divinidad euroasiática de carácter solar y omnividente” (p.275). Esta trinidad también conocida como herética, pasó a Europa de la mano de artistas como Filippo Lippi, que en el siglo XV, pintó a San Agustín ante la visión de la Trinidad, representada con tres caras.

Muchas y variadas son las conclusiones que sacan los tratadistas y la iglesia al respecto de esta representación. A modo de ejemplo, Maquívar hace alusión al tono admonitorio con que Juan Interián de Ayala advertía a sus pares, en su obra El pintor christiano y erudito (1654), sobre esta Trinidad trifacial: “Ya hice antes mención de una imagen absurdísima y monstruosa que algunos pésimos pintores quieren que sea de la Sacratísima Trinidad; en la cual no habiendo más que una sola cara, se ven tres narices, tres barbas, tres frentes y cinco ojos. Mejor se diría que ésta no era imagen de la Santísima Trinidad, sino un monstruo horrible disforme, y digno de las mayores execrasiones” (p.194).

En el libro de Maquívar podremos encontrar una herramienta valiosa, un relato minucioso que condensa las innumerables imágenes de las trinidades en Nueva España que han llegado hasta nuestros días, a pesar de la Inquisición y la censura, lo que lleva a la autora a cuestionarse verdaderamente, el peso de la prohibición en tierras americanas, de las variables de la iconografía trinitaria.

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