domingo, 21 de marzo de 2010

RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS

Etchelecu, Leontina. Reseña sobre Nelly SIGAUT VALENZUELA. Guadalupe, arte y liturgia. La sillería del coro de la colegiata. Vol. I y II. Museo de la Basílica de Guadalupe y El Colegio de Michoacán. México, 2006. En: PROHAL MONOGRÁFICO, Revista del Programa de Historia de América Latina. Vol. I. Primera Sección: Vitral Monográfico, Nro. 1. Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. Buenos Aires, 2008. ISSN

Nelly Sigaut, “Guadalupe, arte y liturgia. La sillería del coro de la colegiata. Vol. I y II. Edición: El colegio de Michoacán y Museo de la Basílica de Guadalupe. México, 2006; 716 páginas.

En el marco del Año Jubilar Guadalupano (2006), El Museo de la Basílica Santa María de Guadalupe, juntamente con el Colegio de Michoacán, se han unido en un proyecto artístico para la coedición de estos dos volúmenes que nos impactan desde su primer contacto. La calidad de su encuadernación, su cuidado diseño y su esmerada y documentada investigación, vienen a cubrir un vacío en el estudio iconográfico de un mueble –la sillería del coro- casi inabordable por la dispersión de sus piezas y que, gracias a la férrea dirección de la Dra. Nelly Sigaut, podemos hoy valorar como una obra única en su género (p.11).

La dilatada trayectoria de Nelly Sigaut la ubica como una personalidad importante en el campo de la Historia del Arte especializada en el periodo colonial y en el arte sacro. Doctora en Historiadora del Arte, desde hace más de 20 años se desempeña en El Colegio de Michoacán, en el estado del mismo nombre en México.

En ocasión de coordinar un seminario dedicado a la Catalogación de obras de Arte, para la licenciatura en historia de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), reunió para esta tarea a varios de sus alumnos, quienes junto a un cuerpo de profesionales, fueron convocados para el significativo rescate patrimonial de la sillería del coro de la colegiata de Guadalupe.

El trabajo de investigación duró 5 años, pero tanto esfuerzo y desvelo se vio coronado en diciembre de 2007, cuando se le otorgó al equipo de investigación, el Premio Nacional Paul Coreans del Instituto Nacional de Antropología e Historia de México (INAH).

La Sillería Guadalupana es única en su estilo, los elementos de las letanías marianas enriquecidas por el acontecimiento Guadalupano. El mueble de la sillería se construyó para albergar al coro de canónigos de la Real e Insigne Colegiata de Nuestra Señora de Guadalupe (siglo XVIII), y que hoy se halla desmontada de su lugar de origen y despiezada, encontrándose actualmente, bajo la custodia del Museo de la Basílica de Guadalupe.

Los frutos de esta investigación se presentan en dos volúmenes en los que se aborda la historia de la colegiata desde el minucioso estudio de tan importante mueble, que data de mediados del siglo XVIII. A través de su lectura, uno puede recorrer parte de la historia eclesiástica del México dieciochesco. Desde el espacio mismo que ocupaba el coro dentro de la basílica, y por sus implicaciones en la sociedad de su época, la colegiata estaba destinada a convertirse, como lo denomina Sigaut, en una “metáfora de poder”.


Las colegiatas son iglesias destinadas a cultos más solemnes que el de las iglesias parroquiales, tienen un cabildo colegial formado por varios clérigos, llamados canónicos, a cuyo cargo está el rezo del Oficio Divino.

En el caso de la Basílica de Guadalupe, los títulos de Real e Insigne hacen alusión al patronato real que se ocupaba de su manutención. Al respecto cabe señalar que su fundación se debe a un patronato particular, el legado que hiciera el capitán don Andrés de Palencia por testamento en 1707. Aunque su voluntad tardó en hacerse realidad, la colegiata del Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe, recién se erigió en 1750. Así fue como el Santuario de Tepeyac fue elevado al rango de colegiata. Se llaman “insignes”, las colegiatas que eran

“…de gran antigüedad, por ejemplo la iglesia madre de la localidad, las que atesoraban reliquias de mártires, las que tenían un cabildo numeroso, las situadas en una famosa y poblada ciudad, o las que tuvieran un templo amplio y de gran belleza arquitectónica…”[1].

Cuando se celebra oficialmente, la declaración pontificia de María de Guadalupe como patrona de la Nueva España -12 de diciembre de 1756-, se estrena el mueble de la sillería de coro (p.113). La estructura original de la sillería estaba compuesta por dos niveles con un total de 53 "sitiales" o "estalos".

La parte alta contaba con 33 asientos destinados al abad, a los canónigos y racioneros, así como los tableros "Hic est choros" (aquí está el coro). En la sillería baja, con 20 sillas, se acomodaban los músicos y cantores complementarios, las autoridades eclesiásticas o civiles, y otros invitados especiales[2].

Un recorrido por el primer volumen de esta edición, nos acercará la historia del santuario de Nuestra Señora de Guadalupe, desde la erección de la primera ermita, de muy antigua data (se cree que la misma fue levantada entre los años 1531 y 1533). Recordemos que fue en el año de 1531 cuando la Virgen se aparece a Juan Diego. La planta del Santuario fue realizada por José Durán, según la opinión de algunos autores en 1694[3]. Su edificación puede atribuirse al arquitecto Pedro de Arrieta, quien la concluyó en 1709.

Varios capítulos de ambos volúmenes fueron escritos por los distintos actores de tan vasta investigación, que acompañaron la tarea directiva de la Dra. Sigaut. De sus lecturas se puede inferir la importancia institucional y política que adquiere la construcción de una colegiata en el santuario de Nuestra Señora de Guadalupe. Sus miembros reunidos en el cabildo colegial, la conformación de los cargos, las funciones y atribuciones son parte de las articulaciones y estrategias que confrontan a quienes ostentan el poder civil y eclesiástico.

El coro ocupa un espacio sagrado dentro del templo, y por su cercanía al presbiterio, se convierte en eje rector de su funcionamiento. A través del tiempo la sillería sufrió un desarrollo formal. La decoración de éstas se centra en la parte del respaldo, compuesta de varios tableros; las sillerías más tempranas parecen haber tenido ornamentación vegetal[4].

El programa iconográfico de la sillería del coro de la colegiata de Guadalupe, no sólo la hace novedosa, sino única en su género. Éste consiste en un despliegue de las deprecaciones de la letanía lauretana. Estos programas son muy escasos en sillerías corales, de allí su relevancia, que reconoce como fuente gráfica uno de los temas más interesantes de la emblemática mariana, la Elogia Mariana de August Casimir Redel, la edición de 1732, con estampas diseñadas por Thomas Scheffler y grabadas por Martín Engelbercht. En un ardid de ingenio, el programa fue combinado con la Letanía Lauretana de Francisco Xavier Dornn, grabado por los hermanos Klauber (1750)[5].

Mater Admirabilis

Tablero de la sillería alta

Medidas: 104.2 x 58 cm

Fuente: Elogia Mariana, 1732

Además, se ha podido fijar una tercera fuente, el libro Felicidad de México, de Luis Becerra Tanco, edición de 1685, que ha servido para que Matías de Artega y Alfaro, tallara las planchas de la “serie aparicionista”, episodios en que se presenta la leyenda del Tepeyac.

De la elección del modelo, del espacio dentro del templo, así como su aspecto, se infiere el compromiso de sus usuarios, los canónigos, y el desafío que fue para el obrador de la sillería, Francisco Antonio de Anaya[6], que tuvo que sortear diagonales y escorzos que pusieron a prueba su pericia.

El estudio en particular de los tableros de la sillería, comprende la identificación de casi todas las fuentes gráficas y el desglose pormenorizado de sus inscripciones. Esta tarea titánica, abordada por el equipo de investigadores que dirigió la Dra. Sigaut, constituye un valioso aporte a la historia del arte iberoamericano.



[1] SIGAUT, op.cit., P.43

[2] SIGAUT, op..cit. P.193

[3] Ibidem, P.202

[4] Ibid, P. 217

[5] Ibid, P. 348

[6] Ibid, P. 411

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